Una emoción que aparece con frecuencia en mujeres que viven un embarazo no deseado es la culpa. Culpa por haber llegado a esa situación, por lo que sienten, por lo que decidieron o por lo que otros esperan que decidan.
La culpa es una emoción compleja. Puede ser útil si nos ayuda a reparar. Pero cuando se vuelve constante y silenciosa, puede bloquear la capacidad de cuidarnos.
En los espacios que sostengo, hablamos de la culpa sin disfrazarla ni negarla. Le damos voz, para que no se quede dentro. La miramos con respeto, para entender de dónde viene.
No se trata de eliminarla, sino de que no sea la emoción que dirija tu proceso. Porque nadie debería tomar decisiones desde el miedo o la obligación.
La culpa se alivia cuando se acompaña. No estás sola si la estás sintiendo.
La culpa no debería tener la última palabra
Publicado por: Isidora, terapeuta sexual
Duración de lectura: 3 minutos
Tema: Acompañamiento emocional – embarazo no planificado
La culpa.
Una emoción tan silenciosa como persistente.
Muchas mujeres que viven un embarazo no planificado la sienten, incluso si no la nombran en voz alta.
Culpa por no haberlo prevenido. Culpa por lo que sienten. Culpa por lo que podrían decidir. Culpa por no cumplir con lo que el entorno espera.
Desde mi rol como terapeuta sexual, lo veo a menudo: mujeres que, aun tomando decisiones cuidadosas y conscientes, se quedan atrapadas emocionalmente en esa sensación de haber hecho “algo mal”. A veces, incluso cuando hay alivio o claridad, la culpa aparece como una sombra que empaña el proceso.
Pero la culpa no siempre es justa.
A veces no es tuya, sino aprendida: heredada del juicio social, del miedo, de las exigencias culturales o familiares. A veces está basada en la idea errónea de que siempre deberías haber sabido qué hacer o que debiste sentir otra cosa.
Y ahí es donde el acompañamiento emocional puede hacer una diferencia.
No porque tenga una receta para “eliminar” la culpa, sino porque ofrece algo que muchas veces no existe en el entorno: un espacio donde sentirte escuchada sin que nadie intente corregirte.
En nuestras conversaciones puedes decir:
— Me siento culpable, pero también aliviada.
— No sé si hice lo correcto, pero ya no podía más.
— Quiero hablar, aunque no sepa cómo empezar.
Y todo eso está bien.
La culpa no desaparece por decreto. Pero se alivia cuando se acompaña.
Cuando alguien está contigo desde la escucha, sin exigencias. Cuando tu historia tiene un lugar cálido para descansar.
No estás sola si la estás sintiendo.
Estoy aquí para acompañarte.
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