En nuestra cultura, hay una expectativa permanente de tener certezas. Saber lo que se quiere. Decidir con firmeza. Pero cuando se vive un embarazo no planificado, muchas veces la duda es lo único presente.
Y eso también está bien.
Desde mi rol como terapeuta sexual, quiero decir algo que pocas veces se escucha con fuerza: “No saber qué hacer” también es una forma de estar. Es una posición legítima. No tener respuestas no significa debilidad. Significa humanidad.
Las mujeres que atraviesan un embarazo no deseado pueden sentirse presionadas por voces externas: que decidan rápido, que no duden, que sigan “el camino correcto”. Pero cada camino es único. Y cada historia también. Acompañar la duda, sin apurarla, es parte esencial del acompañamiento emocional que ofrezco.
En los espacios que sostengo, se puede hablar sin saber. Se puede llorar sin explicar. Se puede respirar sin decidir aún. Porque a veces, antes de tomar decisiones, hace falta sanar la angustia de estar sola en lo que se está sintiendo.
La duda también merece ser cuidada.