Muchas mujeres me escriben diciendo: “No sé si lo que me pasa es importante”, “Tal vez no necesito terapia, solo que alguien me escuche”. Y yo respondo lo mismo siempre: eso también es suficiente para pedir ayuda.
La idea de que “hablar no sirve” o “ya debería estar bien” es una trampa silenciosa que muchas veces impide buscar contención. Pero la palabra es poderosa. Y ser escuchada con respeto puede ser un acto profundamente sanador.
En los espacios terapéuticos que sostengo, no hay presión por encontrar respuestas ni necesidad de saber exactamente qué decir. Puedes hablar, llorar o simplemente estar en silencio. El solo hecho de estar en compañía ya es una forma de cuidado.
Si sientes que necesitas hablar, entonces eso es motivo suficiente para hacerlo.